EL FRAYLE, INTERPRETÓ LA LEYENDA
CDMX, a 1 de feb. 2024.- El franciscano Bernardino de Sahagún, con un espíritu científico moderno para su tiempo, recogía sus informaciones en lengua indígena. Transmitió el mito del sol y de la luna en náhuatl, con una traducción libre en español. Tomada del libro VII, consagrado a la astronomía y la meteorología.
El mundo estaba sumergido en las tinieblas, los dioses se reunieron en Teotihuacan y se preguntaron ¿Quién iluminaría al mundo? El rico y presuntuoso Tecciztécatl declaró: “Yo lo haré.” Pero era necesario otro candidato. Los dioses designaron, al pobre de Nanahuatzin, que aceptó.
Los dioses encendían el fuego en un “horno divino”, los héroes subieron a una pirámide para consagrarse. Las ofrendas del primero eran fastuosas, las del segundo modestas. El primero ofrecía falsas espinas de coral rojo, el segundo verdaderas astillas entintadas con su sangre. Uno con pompa y el otro, sencillez.
Los dioses en dos filas, como avenida que conducían al brasero divino. Cada candidato corría entre las dos ringleras y se lanzaban a las llamas, Tecciztécatl, lo hizo cuatro veces, pero le faltó valor. Nanahuatzin, se lanzó a la primera, ganando la prueba. Un águila y un jaguar se lanzaron tras él y, surgieron los guerreros valientes “Águilas y Jaguares”. Militares de alto rango.
Los dioses observaban y, el cielo clareó por todas partes y las deidades se preguntaron en qué dirección saldría el sol. Quetzalcóatl, Tótec y los innumerables Mimixcoas, así como cuatro diosas fueron los que adivinaron que saldría por el este.
Al fin, Nanahuatzin, convertido en el sol, apareció. Pronto le siguió Tecciztécatl, convertido en la luna. Los dos brillaban igual. Los dioses se sorprendieron y uno de ellos lanzó un conejo a la luna, que perdió su brillantez. FUENTE: Fray Bernardino de Sahagún, Historia general las cosas…, libro VII, cap. 2. Texto náhuatl. Centro de estudios mexicanos y centroamericanos